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 El Cronista Comercial

¿La emisión genera siempre inflación? El mantra monetarista se choca contra la realidad

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¿La emisión genera siempre inflación? El mantra monetarista se choca contra la realidad

Hay muchos amigos del pensamiento práctico; en economía suelen creer que corresponde al insistentemente sostenido por los economistas defensores del libre mercado. La continua presencia mediática de economistas de esta línea repitiendo sus dogmas va construyendo un saber que parece indiscutido y lógico y, por lo tanto, coherente con la realidad. Así, al hombre que quiere ser práctico en la resolución de los problemas económicos, el hecho de que se lo cuestione le resulta irritante, un discurso tendencioso e innecesario de algún economista académico que no ayuda a resolver problemas concretos.

La visión económica de los adeptos al mercado libre acaba siendo tan trillada que se hace un saber común. En los años 80 el periodista Bernardo Neustadt desde el púlpito televisivo consiguió consagrar como ‘correcta’ la comprensión de la economía que tenía a ‘Doña Rosa’ –prototipo del ‘ama de casa’— porque afirmaba los preceptos de los economistas de libre mercado. Es decir, esos economistas y Doña Rosa coincidían en lo que deberían ser las decisiones económicas prácticas que se debían implementar — lo que lleva a preguntarse, siendo así, para qué hay economistas…

John M. Keynes cierra su famosa Teoría General alertando sobre el problema del saber consagrado dado que “los hombres prácticos, que se creen bastante libres de cualquier influencia intelectual, generalmente son esclavos de un economista fallecido”. En economía, las ideas base de la visión de libre-mercado fueron fundamentalmente establecidas en el siglo XIX y desde entonces la función de estos economistas consiste en reafirmarlas—por lo general en formas matemáticamente más complejas — y no cuestionarlas. Esto, sin dudas, es un peculiar proceso de “conocimiento científico” …

Pero las ideas de Keynes, como economista también fallecido, pueden de igual forma estar esclavizando a quien hoy desea ser práctico. En particular, frente al duro impacto económico de la pandemia del Covid-19. Para salir del impasse, el mejor camino es observar qué decisiones concretas están tomando las principales naciones del mundo. En especial porque se constata que el axioma clave -muy apreciado por la visión de libre mercado-, “la emisión genera inflación”, ha sido radicalmente dejado de lado.

Estados Unidos: el de mayor riqueza, el de más muertes…

El Departamento de Trabajo acaba de informar las mayores cifras de desempleo desde la Gran Depresión: 14,7 por ciento. El asesor económico de la Casa Blanca Kevin Hassett, en entrevista a CBS, dijo que cree que la tasa de desempleo aumentará a "cerca de 20 por ciento" en el próximo mes. Por su parte, el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, sostuvo que, como espera que el segundo trimestre sea aún peor que el primero, podría llegar a 25 por ciento—lo que llevaría la tasa de desempleo a un nivel mayor a la registrada durante la Gran Depresión. Aun así, Mnuchin expresó su confianza en los fundamentos de la economía –es decir, el movimiento libre de la oferta y demanda de trabajo— que harían que el mercado de trabajo se corrija a sí mismo para septiembre.

Robert Reich, Ministro de Trabajo de Bill Clinton entre 1993-97, en su columna titulada “Bajo Trump, el excepcionalismo estadounidense significa pobreza, miseria y muerte” del 10 de mayo en The Guardian denunció que “con el 4,25% de la población mundial, Estados Unidos tiene la trágica distinción de representar alrededor del 30% de las muertes por pandemia hasta el momento. Y es la única nación avanzada donde la tasa de mortalidad sigue subiendo”.

Sobre el estado económico de los estadounidenses condenó que “en ninguna otra nación avanzada el Covid-19 ha obligado a tantos ciudadanos a la pobreza tan rápidamente. El Urban Institute informa que más del 30% de los adultos estadounidenses han tenido que reducir su gasto en alimentos”. Reich señala que en el mejor de los casos, los estadounidenses han recibido por única vez u$s 1200, lo que equivaldría a una semana de sus gastos normales. Además, destaca que “pocos están cobrando seguro de desempleo porque las oficinas de desempleo están desbordadas por las solicitudes”, y los que lo consiguieron recibieron menos en el primer año que en cualquier otro país avanzado.

Reich afirma que el coronavirus ha sido especialmente potente en Estados Unidos porque es la única nación industrializada que carece de atención médica universal. Esto ha hecho que muchas familias hayan sido reacias a ver a médicos o acudir a salas de emergencia por temor a confrontarse con grandes gastos. Para él, el duro impacto sobre los trabajadores de su país también se debe a que es la única entre las 22 naciones avanzadas sin licencia por enfermedad paga, lo que hizo que muchos continuaran yendo a sus trabajos cuando deberían haberse quedado en sus casas. Pero Reich resalta que los lugares de trabajo estadounidenses antes del Covid-19 presentaban tasas de mortalidad más altas que la de los europeos porque eran más inseguros.

Resulta llamativo que en el país más rico y poderoso del mundo la pandemia presente estos resultados, y en países con menos –y bastante menos– recursos no sea así. A priori, un hombre práctico puede creer que se debe a una cuestión de capacidad económica o la coherencia de EE.UU., a pesar de todo, en seguir “la correcta visión económica de libre mercado”. Pero la verdad es que el gobierno Trump mediante un enorme gasto económico —el mayor de la historia— ha intervenido fuertemente.

De hecho, Reich denuncia que el "programa de protección de ingresos" del Congreso ha sido un desastre porque, como los fondos se han distribuido a través de instituciones financieras, “los bancos han recaudado dinero para sí mismos y recompensado a sus clientes favoritos. De los u$s 350.000 millones originalmente destinados a pequeñas empresas, u$s 243,4 millones han ido a grandes empresas de acciones”.

En consecuencia, mientras Steven Mnuchin, el secretario del Tesoro, ha expresado su confianza en que el mercado de trabajo estadounidense autocorrija el tremendo desempleo, Reich advierte que “el Tesoro y la Fed están rescatando a las grandes corporaciones de las deudas que acumularon en los últimos años para recomprar sus acciones”.

Por lo tanto, “el saber de la economía de mercado libre” sólo se aplicó a los trabajadores y a pequeñas y medianas empresas. Los grandes bancos y corporaciones han tenido que sufrir las consecuencias de que no se les aplicaran los conocimientos de esa visión que sistemáticamente se manifiesta contra la intervención del Estado, salvo cuando es en casos como este.

La doble moral de la emisión

Lo que Reich denuncia del disímil comportamiento del gobierno Trump para los trabajadores y para las grandes corporaciones resulta más nítido al analizar la política monetaria de Estados Unidos, como también la de otras grandes economías avanzadas y emergentes, porque quedan en evidencia la protección a los rentistas y la doble moral de la teoría económica de libre mercado.

Básicamente se observa que cuando se trata de proporcionar liquidez al sistema financiero y preservar el valor de sus activos no hay límites a la expansión monetaria.

El 10 de septiembre de 2008, pocos días antes de la quiebra del banco de inversión Lehman Brothers, que agravaría la crisis de las hipotecas de alto riesgo (subprime), la FED (Reserva Federal) tenía US$ 926 mil millones en activos; una década más tarde, US$ 4,2 billones. Es decir, más que se cuadruplicó. El 14 de mayo de este año, llegó a US$ 6,9 billones.

Por lo tanto, en 12 años la FED inyectó US$ 6 billones en la economía estadounidense, lo que generó el ciclo alcista más grande en los precios de las acciones de la historia. Por otra parte, los precios de los bienes y servicios seguían comportándose bien. Es decir, la emisión no produjo inflación, y, muchos menos, hiperinflación…

Algo similar se puede ver en otros países de altos ingresos o grandes naciones emergentes como China. Los bancos centrales de Estados Unidos, la zona del euro, Japón y China tenían u$s 23,3 billones en activos a finales de abril de 2020, un 370 por ciento más que en 2007 (véase: Central Banks: Balance Sheets, Yardeni Research, 15 de mayo de 2020). En ninguna de estas economías hay señales de presión inflacionaria. Por el contrario, fue un período de lucha contra la deflación.

En Estados Unidos, los medios de pago crecieron 650 por ciento entre 2008 y 2020, mientras que el índice de precios al consumidor varió sólo 17 por ciento de forma acumulativa. El mercado de valores acumuló un lucro promedio de alrededor de 300% entre febrero de 2009 y febrero de 2020. El mantra monetarista de que la expansión de la liquidez promovida por los gobiernos siempre genera inflación no encuentra refugio en la realidad.

Evidentemente, el economista de libre mercado argumentará casos en que el elevado aumento de la emisión generó alta inflación. Existe una gran diferencia en decir que la expansión monetaria siempre genera inflación y decir que en algunas circunstancias puede suceder y en otras no. La diferencia entre "siempre" y "puede" es que impacta en la magnitud de empleos, negocios y vidas que se pueden salvar.

Además, en el conocimiento científico la contraprueba de una ley la descalifica. Por lo tanto, el hombre práctico ansioso por soluciones debería demandar una explicación al economista liberal acerca de por qué no hay hiperinflación en Estados Unidos y demás países habiendo habido una tremenda emisión monetaria.

Es menester destacar que la deuda pública también creció fuertemente en ese período. Antes de la crisis subprime, la deuda federal bruta de Estados Unidos ascendía al 64% del PBI, a fines de 2019 subió al 107% y el FMI calcula que será de 130% del PBI a fin de este año. Por otro lado, su costo ha disminuido sistemáticamente por la fuerte expansión de liquidez. Las tasas largas (tasa de vencimiento constante del Tesoro a 10 años) que se situaron entre el 4% y el 5% p.a. en 2007 alcanzaron el 0,7% en marzo de 2020. Un fenómeno similar ocurrió en otras economías, en particular las de ingresos altos.

La fuerte expansión de la relación deuda/PBI fue un efecto directo de la crisis financiera mundial. Muchos países han nacionalizado las deudas de los grandes bancos privados. El rescate fue acompañado por las caídas de ingresos de la recesión posterior a la crisis y el aumento del gasto, como el seguro de desempleo. Sin embargo, una vez que la crisis financiera privada se convirtió en un problema fiscal, las voces de austeridad se hicieron más fuertes. Después de salvar los activos de los rentistas, los costos del ajuste se socializaron a través de presupuestos cada vez más restrictivos y esos mismos rentistas –generalmente a través de sus voceros, ‘los economistas’ — pasaron a poner el grito en el cielo por el gigantesco gasto fiscal y el peligro de una hecatombe inflacionaria.

Estado interventor para pocos; teoría de mercado libre para muchos

El argumento de los economistas del libre mercado sobre la equivalencia ricardiana (teorema de Barro-Ricardo) -que es la base teórica para la crítica del activismo fiscal-, volvió al léxico político y periodístico. Según esta larga tradición, el gasto público siempre es negativo, ya que resta ingresos privados. Por lo tanto, la expansión del gasto público podría financiarse ya sea mediante aumentos de impuestos en el futuro o por la expansión de la deuda. En un mundo de pleno empleo e información perfecta, las familias y las empresas reaccionarían ante la perspectiva de mayores impuestos en el futuro, disminuyendo sus gastos actuales. Con esto se neutralizaría el estímulo fiscal. Además, si la deuda pública aumenta, sube la tasa de interés, lo que también reduciría los incentivos para las inversiones privadas —nuevamente neutralizando el efecto del estímulo fiscal-.

El debate técnico sobre estas cuestiones es recurrente entre los economistas. La tradición keynesiana señala el hecho de que, contrariamente a lo que se supone en el teorema Barro-Ricardo, las economías no siempre están en pleno empleo —en realidad, es raro que lo estén. Además, está el multiplicador del gasto público. Si este es mayor que la unidad, los aumentos en el gasto público generan variaciones más que proporcionales positivas en los ingresos. Por lo tanto, la acción del Estado no sería un juego de suma cero en el que, dado un cierto nivel de ingresos, "más Estado equivale a menos sector privado". A veces más Estado puede venir asociado con más mercado.

En otras ocasiones, más Estado es la única manera de preservar a las familias y las empresas, que es, de hecho, lo que viene sucediendo. La diferencia es quién recibe la intervención estatal y quién los preceptos de la negatividad de la acción del Estado elefante. Lo curioso es que las beneficiadas, ante el silencio de los economistas de libre-mercado, sean las más grandes corporaciones –mono u oligopólicas muchas de ellas— y cuya existencia en sí misma es la principal violación del axioma fundamental de su teoría de libre mercado.

En realidad, incluso los adeptos al libre mercado aceptan la lógica keyensiana cuando la gravedad de la crisis es capaz de hacer capitular la propia economía. "Realmente no hay límite en lo que podemos hacer con estos programas de préstamos", dijo el 16 de mayo pasado el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, "Hay mucho más que podemos hacer para apoyar la economía, y estamos comprometidos a hacer todo lo que podamos todo el tiempo que necesitemos".

Powell se expresó así para advertirle al Congreso que tendrá que gastar más para evitar daños duraderos a la economía al no haber aprobado que billones de dólares adicionales fuesen destinados a socorrer empresas y consumidores, y preocupado luego de la encuesta de la FED (https://www.federalreserve.gov/newsevents/pressreleases/other20200514a.htm) que mostraba que uno de cada cinco trabajadores estadounidenses perdió su empleo en marzo, quedando así incluido casi el 40 por ciento de los de hogares de menores ingresos.

Hasta la ex Directora del FMI Christine Lagarde, que ahora preside el Banco Central Europeo, ante la crisis aplica la visión keynesiana a la hora de querer ser práctica. En entrevista a El Mundo, Lagarde afirmó que habrá un plan europeo de recuperación ‘rápido y masivo’ ayuda de entre 1 y 1,5 billones de euros sólo para 2020 porque “la prioridad hoy en día es ayudar a las economías a recuperarse. Los Estados gastan y las deudas aumentan en consecuencia, y la relación deuda/PIB subirá porque estamos en recesión”. En este marco, sostiene que se debe asegurar que “la política monetaria se transmita a todos los países de la zona del euro, en todos los sectores”, acomodándose lo que sea necesario.

A veces el hombre práctico considera que Argentina es diferente, por lo que la teoría de libre mercado es universal porque es válida para la Argentina, que representó en 2019, según el FMI, entre 0,5 y 0,6% de la economía mundial.

Libertad de elegir…cómo interviene el Estado

Las experiencias de la crisis financiera mundial de 2008 y Covid-19 dejan importantes lecciones:

  • los Estados pueden actuar activamente para mitigar los efectos de las rupturas económicas y sociales, a pesar de los supuestos límites impuestos por la teoría económica convencional;
  • estas políticas generaron beneficios y costos que se distribuyeron de manera desigual en la sociedad;
  • como eso ha sido una opción política porque no posee ningún fundamento teórico, este tipo de decisiones sobre qué segmentos deben priorizarse por las políticas públicas y sobre la financiación de la acción estatal son eminentemente políticas y morales;
  • la teoría puede ayudar en las opciones sobre cómo hacer; la moral nos dice qué hacer.

La moral de los rentistas del libre mercado es simple: el Estado debe proteger nuestra riqueza, no importa lo que haga falta. Esto lo explicitó claramente en la Conferencia Mundial de Inversiones en Londres el 26 de julio de 2012 Mario Draghi, cuando era presidente del Banco Central Europeo (BCE), en su famoso discurso sobre la crisis de la deuda europea: "Dentro de nuestro mandato, el BCE está dispuesto a hacer lo que sea necesario para preservar el euro. Y créanme, será suficiente".

Frente a esta confesión de parte y a la evidencia de la realidad, del ansioso hombre práctico – a quien cualquier cuestionamiento a la evidente verdad de la teoría de mercado le resulta un innecesario divague intelectual—sólo se puede decir que es como El hombre de ningún lugar de los Beatles: “Tan ciego como se puede ser, sólo ve lo que quiere ver”, y que crea a reventar que “la emisión genera inflación”.