En la previa a la discusión con el FMI, el Gobierno aspira a bajar el déficit fiscal pero de manera paulatina. El BCRA usará las reservas para defender "el modelo productivo"
El fuerte salto del rojo en las cuentas públicas en medio de la pandemia complica los planes hacia la pospandemia. Desde la Rosada se apunta a una reducción del déficit de manera gradual, a medida que la reactivación se generalice.
En el tramo final del año, a la espera del resultado del canje de deuda, y mientras hilvana las medidas de corto y largo plazo para presentar el plan hacia la pospandemia, el Gobierno comenzó a delinear los números de las cuentas públicas para el año próximo, de cara a la presentación del Presupuesto 2021 y a la discusión con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
En ese marco, el déficit fiscal aparece como una de las principales preocupaciones –aunque no la única- en la previa a las negociaciones con el FMI, dado que este año cerrará en torno a 8 puntos del PBI, unos $ 2 billones, el máximo nivel de los últimos 60 años , impulsado principalmente por el incremento exponencial del gasto para contener los efectos de la pandemia decoronavirus.
Desde el gabinete económico consideran que estos niveles “monumentales” de rojo en las cuentas son atípicos, coinciden en la necesidad de bajarlos y creen que comenzarán a ceder lentamente de la mano de la reactivación de la economía.
Ese repunte hacia pospandemia, que previsiones privadas estiman en 5% para todo 2021, permitirá en la visión oficial una mejora sustancial de los ingresos vía recaudación, menor dependencia de la asistencia del BCRA al Tesoro y la desaparición paulatina de los programas oficiales de sostén, como el ATP y el IFE, a medida que la recuperación se profundice y derrame en todos los sectores.
Pero resaltan que aun con esa baja en los gastos será imposible “ir al equilibrio fiscal, ni siquiera a un número que nos gustaría ver en 2021, por lo que habrá que ir más despacio”, resaltó en off the record un funcionario, que planteó el buen diálogo que tiene el Gobierno con el FMI aunque no ocultó que la negociación será dura.
“Se viene una discusión que tendrá que ver con las particularidades de la Argentina, con los tiempos, y vendrán después los números. Seguramente ellos (por el FMI) vendrán con sus ideas y nosotros con las nuestras”, planteó el funcionario.
La clave, repiten en el Gobierno, pasa por evitar fuertes ajustes que impidan recuperar el crecimiento. “Venimos de una economía muy golpeada, hay que ir despacito”, sostienen. Y reseñan que incluso el ministro de Economía, Martín Guzmán, había descartado en febrero un ajuste este año en medio de la recesión y que el equilibrio fiscal recién se podría alcanzar hacia 2023 y el superávit años después, todo en un escenario “realista” que no tenía aun el impacto del coronavirus.
A esta altura, a tres semanas de que ingrese al Congreso el Presupuesto 2021 (que el Gobierno guarda bajo siete llaves), los analistas prevé una reducción del déficit primario hacia 2021 de entre dos y tres puntos contra este año, para ubicarse en 5% o 6% del PBI (a $ 1,4 billones, según el último Relevamiento de Expectativas de Mercado –REM- del Banco Central)
En ese marco, la consultora Analytica alertó que si el déficit primario de 2021 se ubicara cerca de los 5 puntos del PBI y el Gobierno pretendiera financiarlo mayormente con emisión como hasta ahora, se alcanzaría 12,5 puntos del PBI en dos años, el mismo nivel de expansión monetaria que en la primera etapa del cepo, que duró cuatro años (2011/15).
Así, en su último informe semanal, Analytica remarcó que, sin programa del FMI y con el canje de deuda resulto, el Gobierno tendrá una ventana de 6 meses “sin condiciomientos externos” para estabilizar la economía.
El BCRA usará las reservas para defender "el modelo productivo"
En los 90, la convertibilidad que ató el peso al dólar estadounidense durante una década, generó un atraso en el tipo de cambio que destruyó gran parte del entramado industrial. La Argentina de los 90 financió la convertibilidad con la venta de empresas del Estado y con endeudamiento.
El país, a pesar de las inversiones en servicios no logró la competencia que necesitaba para producir más de lo que gastaba. El resultado fue catastrófico: antes de llegar a colapsar, la convertibilidad quebró también al sistema financiero y el dólar se disparó.
El dólar del año 2002, en una Argentina empobrecida, fue muy competitivo para las empresas que producían y exportaban. Para las que estaban endeudadas, para las que giraban remesas al exterior, la situación fue diferente.
La Argentina actual tiene otros problemas, pero el tipo de cambio, claramente no lo es. En todo caso, el problema es que faltan dólares y que la brecha entre el oficial y el blue sigue siendo un punto de tensión.
Sin embargo, hay actores de la economía que quieren un tipo de cambio más alto. A esos actores ayer pareció responderle el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, cuando aseguró durante el evento del Congreso Anual del Instituto Argentino de Ejecutivos de Finanzas (IAEF) que se realizó de forma virtual que "las estadísticas del tipo de cambio real multilateral demuestran que estamos con un dólar que no está atrasado, que es competitivo" y destacó la importancia de "evitar que este tipo de cambio se retrase". También destacó que está en contacto con diversas áreas del sector productivo y que no recibió ninguna queja de atraso del tipo de cambio.
El mensaje de Pesce es también una señal de lo que el Gobierno intenta plasmar: un país donde la producción local tenga una mayor participación. De hecho, Pesce da a entender que las reservas del BCRA, que hoy llegan a los 43.000 millones de dólares, están para defender el valor del peso.
Pero claro, si se toma el tipo de cambio actual, defender el valor del peso es tener como meta poner un foco en la industria para que vuelva a sustituir importaciones. En el Gobierno creen que esto es posible y que el actual tipo de cambio no necesita de una devaluación porque no genera más competitividad.
Lo cierto es que si bien Pesce dice que los sectores con los que habla no le piden una devaluación, lo cierto es que sí hay sectores que no verían con malos ojos que esto ocurriera. "Esos sectores son los que quieren licuar pasivos en pesos", dicen en otro sector del Gobierno.
En el caso de que la sospecha del Gobierno sea cierta, no menos cierto es que la preocupación de un sector del empresariado está vinculado a que la inflación, si bien está en baja, sigue siendo alta y por lo tanto, si no existe un acompañamiento del BCRA y el dólar se estanca, la competitividad de hoy se perderá.