Dólar, ignorancia, cepo e inflación
1. Un poco de prehistoria
La literatura sobre economías abiertas con dinero y libre movimiento de capitales, desde hace tiempo, ha probado que cuando un Banco Central fija el tipo de cambio, la cantidad de dinero dentro de la economía viene determinada de modo endógeno por la demanda del mismo. A su vez, la oferta de dinero surge de la suma de las reservas internacionales y el crédito doméstico. Por ende, si la cantidad demandada de dinero no varía, los incrementos del crédito doméstico derivan en una pérdida de reservas.
Sin embargo, esta lección tan simple y elemental de un primer curso de economía internacional monetaria no ha llegado a los “economistas” del gobierno. De hecho, Mercedes Marcó del Pont, actualmente al frente de la AFIP, en su paso previo por la gestión pública a cargo de la presidencia del BCRA, podría haberles explicado a las autoridades presentes como dilapidó las reservas (fijando el tipo de cambio mientras financiando al fisco con emisión monetaria) durante la campaña electoral que allanó la reelección de Cristina Fernández de Kirchner.
Es más, ante el desequilibrio flagrante se hablaba de la sintonía fina, la cual, en lugar de sincerar el tipo de cambio terminó en la imposición de un cepo . Así, a partir de 2011, la economía no sólo se estancó (con oscilaciones respecto a dicho nivel) sino que además, cuando Federico Sturzenegger y su equipo llegaron al BCRA, las reservas netas eran negativas, los dólares líquidos eran u$s 1500 millones y a los 15 días de la asunción de Mauricio Macri vencían unos u$s 23.000 millones en el mercado de dólar futuro. Esto es, si no aprendieron con la teoría, al menos deberían haberlo hecho con la práctica.
2. Valores morales y economía
Si hay algo que caracteriza a los “economistas” del gobierno es su fuerte desprecio por la teoría económica mainstream y la evidencia empírica, no sólo la internacional sino también la local. En ese sentido, consideran que los precios están determinados por el tipo de cambio y que cualquier artilugio es válido para evitar una devaluación y su consiguiente aceleración inflacionaria. Sin embargo, ello es una aberración total en el plano de la moral.
En primer lugar, el cepo es una medida inmoral ya que implica un cercenamiento de las libertades individuales. Concretamente, impedir la compra de cualquier bien, en este caso el dólar , es recortar el conjunto de consumo sobre el cual el individuo puede elegir gastar sus ingresos ganados de modo legítimo.
Sin embargo, la cuestión es más profunda, ya que frente a la degradación permanente de la moneda doméstica como reserva de valor (y parcialmente como unidad de cuenta), el dólar es el modo por el cual se canaliza el ahorro, por lo que no sólo se restringe un bien presente sino que se compromete seriamente al conjunto de consumo futuro. De hecho, durante el año 2000, $ 100 valían u$s 100, mientras que hoy esa misma cantidad de pesos no valen más que 67 centavos de dólar. Es más, después de haberle quitado 13 ceros a la moneda parece casi un chiste de mal gusto que se siga repitiendo la fatídica frase de Lorenzo Sigaut “el que apuesta al dólar pierde”, en especial cuando gran parte del arco político ahorra en dólares. Por ende, ello no sólo nos pone frente a un conjunto de personas liberticidas sino además mentirosas.
Por ende, dado el costo que ello implica sobre la popularidad de los políticos, cabe la pregunta ¿Por qué lo hacen? La respuesta es obvia: por dinero. Concretamente, las restricciones a la compra de dólares implican un aumento artificial de la demanda de dinero, lo cual implica un aumento de la base imponible del impuesto inflacionario. Sin embargo, aún fuera de la visión de un ácrata, dicho impuesto es un impuesto no legislado y por ende, el segundo cuestionamiento desde el plano de la moral es que estamos frente a un robo.
En este sentido, no deberían sorprender los malos resultados de este tipo de medidas, ya que de valores como la represión, la mentira y el robo nada bueno puede salir. De hecho, cuando ello ocurre la economía comienza a no funcionar. A su vez, intervenir un mercado, más allá de la cuestión moral (en especial cuando la política es llevada a cabo por un conjunto de personas inmorales), tiene implicancias tanto directas como indirectas. Las directas sobre el mercado de divisas son obvias. Fijar un precio debajo del nivel de equilibrio implica un daño sobre los oferentes al recibir un precio menor y un daño sobre los que demandan al haber una cantidad menor de la mercancía apetecida, en el presente caso: los dólares.
Sin embargo, el exceso de demanda de dólares no es gratis para la economía, ya que el mismo implica un exceso de oferta agregado en el resto del sistema económico. Así, el exceso de oferta en el mercado de bonos deprime el precio de los mismos y con ello sube la tasa de interés. La mayor tasa de interés genera un exceso de oferta en el mercado de bienes que deprime el nivel de actividad económica. A su vez, la caída en actividad reduce la demanda de factores, apareciendo la capacidad instalada ociosa y un menor nivel de empleo (que frente a rigideces en el mercado de trabajo deriva en desempleo). Por último, el engrosamiento del déficit fiscal financiado con la emisión de dinero conlleva a un sobrante monetario (overhang) que va gestando un salto inflacionario a futuro en función de la velocidad del drenaje a precios del mismo. En paralelo, tampoco debemos olvidar que el Banco Central en el proceso de intervención combate la pérdida de reservas con mayores restricciones.
3. Un poquito de economía para “mis amigos”
3.1. El error sistemático
Hay un viejo dicho que dice “el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”. Esto es, al actual gobierno no le alcanzó con su propio fracaso durante el período 2011-2015 (la inflación subió 10 puntos porcentuales respecto al período 2007-2011) sino que además, tampoco pudieron asimilar la dura lección que sufrieron los economistas del macrismo cuando se liberó el cepo en 2016, diciendo que no habría inflación porque los precios estaban fijados al tipo de cambio paralelo.
Lo más increíble de ello es que cuando el gobierno de Mauricio Macri desarmó el cepo, los economistas del gobierno actual lo criticaron fuertemente alertando sobre una posible aceleración inflacionaria, mientras que hoy, los mismo economistas que devalúan de modo encubierto detrás de una suba de impuestos, ahora sostienen que dicha medida no causará inflación porque el tipo de cambio oficial mayorista no se ha modificado. En el fondo, tales afirmaciones muestran que no sólo no entendieron lo que le pasó a los economistas macristas sino que además están flojísimos de teoría económica.
Aunque la base conceptual de los modelos subyacentes es distinta, el problema de fondo que no vieron los macristas y ahora no ven los kirchneristas es el mismo, esto es, la negación de la naturaleza monetaria de la inflación y el total desconocimiento del Principio de Imputación de Menger.
Los macristas, en base a un cómputo de una canasta medida en dólares respecto de la misma medida en pesos, utilizando el modelo de la Paridad del Poder de Compra (PPP) inferían el tipo de cambio implícito y como dicho cálculo no difería de modo sustancial del dólar paralelo, sostenían que los precios ya tenían incorporado dicho valor del dólar y por ende no habría inflación al liberar el CEPO con un movimiento ascendente en el precio de la divisa. Sin embargo, se abrió el cepo, el dólar alcanzó el valor del paralelo y la inflación se aceleró y los kirchneristas (pese a existir otras visiones) se auto-adjudicaron el monopolio del triunfo conceptual, sin considerar de algún modo la posibilidad del Error Tipo II (acertar el resultado con un modelo que es incorrecto).
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Por otra parte, los economistas del gobierno, no sólo niegan la naturaleza monetaria de la inflación, sino que además sostienen que el nivel de precios está determinado por el tipo de cambio. De este modo, fijando el precio del dólar mayorista, lugar por donde se cursan importaciones y exportaciones (castigadas por retenciones), la suba en el precio del dólar ahorro no tienen ni el más mínimo impacto sobre los precios. De hecho, ante semejante hallazgo teórico del gobierno de científicos, me imagino al comité que determina el Premio Nobel de Economía considerando la condecoración, ya que jamás se les pasó por la cabeza que bajar la inflación era tan simple como fijar un precio. Mientras tanto elaboran un tribunal marcial para los que hablaran de la naturaleza monetaria de la inflación y sus más de 4000 años de evidencia empírica. Es más, lo más difícil en la premiación sería la cantidad de personas que recibirían el premio, en especial en lo concerniente al honor y el dinero. Sin embargo, ellos, aún siendo ellos suecos, desconocen que para los “científicos argentos” tanto el mérito como el dinero no les importan, por lo que no tendrán problema alguno de compartirlo en plena armonía colectiva.
3.2. El origen del error de unos y otros
En el caso de los economistas macristas, el error surgió de tomar la PPP de un modo estático y asumiendo que el mercado monetario estaba en equilibrio. Una vez pasado el incremento estacional de la demanda de dinero y la esterilización del BCRA vía Lebac, las presiones desde el arco político por el nivel de la tasa de interés, llevó al Central a revertir parte de la esterilización del sobrante monetario y ello se tradujo en una salida del peso que no sólo hizo saltar el precio del dólar sino que además aceleró la tasa de inflación.
Puesto en estos términos, la heterodoxia vivió el salto del tipo de cambio y de la tasa de inflación como un rotundo éxito empírico de su marco teórico. Nunca les llamó la atención que en Venezuela (quienes repiten las mismas consignas), controlando el precio del dólar y dilapidando tanto las reservas internacionales como las petroleras, ello no ha podido evitar la hiperinflación. Esto es, el problema de fondo radica en una incorrecta teoría del valor (objetiva) y junto a ello el desconocimiento absoluto del Principio de Imputación de Menger.
Acorde a los economistas del Gobierno, los precios vienen determinados por el tipo de cambio. En algún sentido, más allá de la inconsistente matemática circular de un precio (o varios) determinando precios, se trata de una teoría objetiva del valor. Así, los precios vendrían determinados por los costos más un margen. Si bien, a primera vista parece razonable, en rigor es un disparate. Piense el caso de una empresa que se dedica a producir cubitos, el empresario computa sus costos y aplica un margen: ¿qué cree que pasará si el negocio está montado en la Antártida? El chiste se cuenta solo. De hecho, una refutación empírica elemental es que si los precios están dados por la suma de los costos y un margen ¡no habría quiebras! Nuevamente el chiste se contaría solo, aunque frente al desastre causado por la cuarentena cavernícola que ha impulsado el Frente de Todos, estaríamos entrando en el género del humor negro. Es decir, no sólo que “la teoría” es un fiasco (algo que ya sabíamos, por lo menos desde 1871 gracias a Carl Menger) sino que además al omitir el descalabro monetario, los lleva a repetir el error macrista.
Por lo tanto, partiendo que la inflación es siempre un fenómeno monetario, el cual deriva de un crecimiento sistemático de la oferta de dinero por sobre la demanda del mismo, cuando dicho exceso de oferta toma lugar, el poder adquisitivo cae. Esto es, todos los precios expresados en unidades monetarias suben y como el dólar es un precio más de la economía, también sube. Lo que aquí ocurre es que al tratarse de un activo financiero, dicho precio sube primero.
Sin embargo, esto no queda ahí. Más allá de las velocidades de ajustes de los distintos precios y las cuestiones vinculadas a los precios relativos (en caso de mediar shocks reales), la dinámica del dólar estará dada, en el largo plazo, por la inflación. En términos gráficos el precio del dólar está dado por una función creciente en el tiempo, cuya pendiente es función de la tasa de inflación neta de la de Estados Unidos. Por ende, las restricciones en el mercado de divisas, lo máximo que pueden lograr es un efímero salto hacia abajo del precio del dólar, pero ello no cambiará la tendencia (si no la empeora aún más). Es por ello que cuando se aplica este marco es necesario recurrir cada vez a una mayor cantidad de controles, los cuales generan una cada vez mayor descoordinación de la economía y que tarde o temprano colapsa.
4. Dilema Verde: atesoramiento vs producción
Si a todo este espanto le faltaba algo, no podían faltar las palabras del Presidente de la Nación, Alberto Fernández, tirando más leña al fuego, al señalar que los dólares no eran para guardar sino que eran para producir , al tiempo que hacía un encendido discurso contra la especulación.
Así, nuevamente, el discurso dejaba en evidencia a la hipocresía y la ignorancia del Gobierno, donde sus funcionarios que condenan el ahorro en dólares y promueven el ahorro en pesos, sus ahorros están en dólares, al tiempo que desconocen de un modo obsceno cómo funciona la economía. Habría que explicarles que la especulación es un acto propio de la vida. En economía, la especulación está asociada con el acto de intentar comprar lo más barato posible y vender a lo más caro posible. Ese accionar no es exclusividad de los empresarios cuando compran sus insumos al precio más bajo posible y venden su producto al precio más alto que pueda cobrar, sino que ello también alcanza a los trabajadores vendiendo su ocio en forma de trabajo en el mercado laboral y cuando hace sus compras en el supermercado.
De hecho, en una economía de mercado, donde los intercambios se hacen de modo voluntario, sólo se podrá ser exitoso sirviendo al prójimo con bienes de mejor calidad al mejor precio, esto es, aquel consigue los mayores beneficios, los mismos son la tangible señal que estamos frente un verdadero benefactor social.
En función de lo anterior, la visión del Presidente y su equipo tiene por lo menos dos problemas al margen del moral. Por un lado, si en verdad la cantidad de dólares en la economía son escasos, habría que señalarle al Gobierno que destinarlos a quienes no especulan sería un error grosero, ya que se estarían destinando a sectores que van a dilapidar un recurso escaso, ya que sus pérdidas dan cuenta de su inutilidad social (al menos en términos relativos). Por otra parte, deja en evidencia la fatal arrogancia de los funcionarios que se creen en condiciones de determinar quiénes son dignos de recibir dólares para poder importar insumos y producir. Un disparate que nunca puede terminar bien, salvo que los funcionarios sean omniscientes, omnipresentes y omnipotentes, esto es, sean un conjunto de iluminados que Dios ha designado como sus representantes en la tierra para terminar con la escases y llevarnos al Paraíso, salvo que estén buscando acelerar la llegada al Edén hundiéndonos en la miseria y matándonos de hambre.