Rodolfo Santangelo: por qué las empresas se van del país, según el economista
El economista Rodolfo Santangelo no esquiva ninguna pregunta y responde de forma concreta y breve. Hace 18 años que dirige la consultora MacroView con su colega Carlos Melconian.
Estudió Economía en la Universidad de Buenos Aires, tiene un máster del Centro de Estudios Macroeconómicos de Argentina (CEMA) y un posgrado en Economía del Kiel Institute of World Economics, en Alemania. Trabajó en el Centro de Estudios Monetarios y Bancarios, en la gerencia de Programación Monetaria y en el área de Estudios Externos del Banco Central. En 1992, luego de desempeñarse como consultor en el sector privado, fundó M&S Consultores con Carlos Melconian; la consultora hoy continúa y se denomina Macroview.
El economista Rodolfo Santangelo no esquiva ninguna pregunta y responde de forma concreta y breve. Hace 18 años que dirige la consultora MacroView con su colega Carlos Melconian.
-La cantidad de empresas que se están yendo del país ¿es algo que responde a la pandemia o a la situación económica doméstica?
-A las dos cosas. Hay una situación global internacional muy complicada, con empresas que están reestructurando, pero está claro que dentro de todos los países, la Argentina es uno de los más complicados, tanto por lo económico como por lo político. El horizonte político jurídico es complicado, las empresas multinacionales quieren reglas de juego claras y acá todo es muy discrecional, muy poco transparente. Con la macroeconomía tan inestable, tantos años de inflación y movimientos en el mercado de cambios, me da la sensación de que este es un ambiente solamente propicio para inversores de alto riesgo, y las multinacionales quieren previsibilidad, horizonte claro y estabilidad.
-Mirando a futuro, entonces, parece que las inversiones no van a venir.
-Van a estar las inversiones de los fondos que ya están localmente, la reinversión de utilidades y algunas inversiones oportunistas de los que quieran aprovechar precios muy bajos, activos muy baratos, para obtener rentabilidades muy grandes. A las inversiones de largo plazo y con retornos normales las vamos a tener que esperar por mucho tiempo.
-¿Cómo puede crecer la Argentina sin inversiones?
-En 2021 estará el rebote de la actividad. Estamos 30% abajo en PBI per cápita con respecto a lo que teníamos en 2011. Me parece que para los próximos años, para 2021, 2022 y 2023, lo máximo a lo que podemos esperar es la recuperación del terreno perdido. Si Alberto Fernández termina su mandato en 2023 con el mismo PBI que teníamos en 2016 o 2017, creo que firmamos ya. Para el crecimiento falta mucho para pensar. Por ahora es recuperación.
-¿Ese rebote de la actividad puede venir con un aumento de salarios, que hace tres años pierden contra la inflación?
-Es el huevo o la gallina. En situaciones como la actual, el aumento de salarios será consecuencia de la reactivación económica. Los aumentos salariales dados de prepo por el Gobierno las empresas hoy no los pueden afrontar, salvo que lo trasladen a precios. Tenemos el mercado laboral muy dividido en tres grandes frentes: el privado formal, que es el único lugar donde hay efectividad, donde se negocia un aumento de salarios que se puede dar y se concreta; el sector informal, que es la selva, donde rige la oferta y la demanda más violenta, y el sector público, que es el que más salario real ha perdido porque es el de menor productividad y es sobre el cual la restricción fiscal opera a fondo.
-¿Cómo ve la evolución de la inflación?
-Calculo que con enero y febrero se cumplirán cinco meses con una inflación mensual superior al 3%. Está claro que el 36% con el que puede terminar el año es un número de espejo retrovisor, pero cuando miramos para adelante estamos más cerca de ir arriba de 40% que abajo de 30%. Lo que pasó en 2020 son cuestiones muy transitorias, de la macro y de la micro. En la macro hubo dos fenómenos: empezamos el año con una economía muy desmonetizada, como consecuencia del plan del Fondo de Macri que ya hoy cambió, la economía está líquida ahora y ya no resiste emisiones monetarias como las de este año; y segundo, una capacidad del Banco Central de esterilizar esas emisiones vendiendo reservas o colocando deuda remunerada que no será posible en esas magnitudes. La macro pinta para una inflación más alta, y la micro también, porque parte de lo que hemos vivido tiene que ver con controles de precios en el sector alimenticio. Hoy en bebidas, aceite, harina, fideos, leches y muchos otros productos alimenticios, la rentabilidad está al límite. Están pidiendo aumentos de precios y la salida del esquema de Precios Máximos. Y está la cuestión de las tarifas de transporte y energía, que está congeladas.
-¿Cree que el Gobierno realizará los aumentos de tarifas, siendo 2021 un año electoral?
-No tendrá más remedio, es imposible no hacerlo. El tema es el timing y en qué magnitud. No hay plataforma fiscal para volver a las tarifas políticas de 2015, donde el consumidor pagaba el 20% de la tarifa y el Estado, el 80%.
-Se habla mucho del déficit fiscal proyectado para el año próximo, ¿cómo se cubrirá ese 4,5% del PBI?
-La pregunta es con qué tasa de inflación se logra ese déficit. El último año de la administración Macri se logró un déficit primario cercano a cero porque toda la tarea sucia la hizo la inflación, licuando el gasto público. Me parece que acá hay dos mecanismos, el endeudamiento interno o la emisión monetaria. Vamos a reconocer que este año el endeudamiento interno anduvo mejor que lo esperado, se pudo renovar la mayoría o todos los vencimientos de deuda en pesos. De ahí a que puedan financiar agujeros fiscales, soy bastante escéptico. Voy a la respuesta concreta: la emisión monetaria sigue siendo el candidato número uno a cubrir cualquier faltante y dada la transitoriedad de lo que pasó en 2020, las consecuencias inflacionarias serán más graves que este año.
-Tanta emisión monetaria con pocas reservas en el Banco Central, ¿cómo impacta en el nivel del tipo de cambio? ¿Ve una devaluación brusca en el horizonte?
-El Gobierno tiene que elegir entre un salto cambiario, como hizo en 2014, por ejemplo, con [el expresidente del Banco Central Juan Carlos] Fábrega, o seguir con el esquema actual de devaluaciones periódicas diarias, semanales, para ver si al 3% o 4% mensual se puede manejar la situación. Los dos esquemas tienen costos y beneficios. Obviamente un salto abrupto, de 20 o 30%, tiene el problema de ese día, del impacto y de mover el avispero, pero en una de esas aclara el horizonte. El esquema actual evita el día D, pero parece una lenta agonía, de ir todos los meses devaluando 3 o 4%, que al final del año termina siendo lo mismo. En la proyección anual estamos para una devaluación del peso, y el Gobierno está intentando elegir entre el esquema gradual y no el salto abrupto.
-Tras un año de gestión, ¿se puede saber cuál es la política económica del Gobierno o la pandemia afecta cualquier análisis?
-La pandemia descolocó todo. Había un programa, que nosotros llamamos el Puro Plan Peronista, de objetivos muy modestos, de ir llevándolo, de ir mejorando la economía respecto de la pobre performance de los dos años anteriores. Está claro que la pandemia ha llevado al PBI a 10 o 11% debajo de donde estábamos, que ya era un nivel bajo, y hoy el objetivo es más modesto que antes: ver si en tres años se puede volver al punto de partida en el cual estábamos. La pandemia demuestra el gran problema argentino: no tenemos cómo financiar estos imponderables. Teníamos reservas y nos las gastamos; teníamos fondos de pensión y los estatizamos; teníamos superávit fiscal y nos lo gastamos; nunca tuvimos un sistema financiero como el brasileño y perdimos la oportunidad con el blanqueo de crear un mercado de capitales desarrollado, con lo cual nos quedó el único instrumento de la política monetaria, la emisión monetaria. Equivocadamente, se considera que es una cuestión permanente, cuando es transitorio lo que se puede hacer con política monetaria.
-¿Cómo ve la negociación con el FMI?
-Creo que cada vez se está asemejando más a lo que fue la negociación de la deuda con los bonistas, una negociación que puede tener final feliz, donde el Gobierno aspira a un plan de pagos, a patear en el tiempo los vencimientos de deuda. En marzo o abril puede haber un acuerdo, pero, como pasó con los bonistas, no servirá para restablecer la confianza, para alargar el horizonte. El acuerdo de la deuda con los bonistas fue un éxito, por la cantidad de los bonistas que entraron al canje, pero fue un fracaso por lo que significó la tasa de riesgo país posvencimiento. Con el Fondo puede pasar lo mismo, puede ser un éxito lograr un acuerdo para descomprimir los vencimientos, pero no me parece que vaya a alargar el horizonte de política económica. Mejor tenerlo que no tenerlo, pero no mucho más que eso.
-El Gobierno dice que no va a pedir fondos frescos, pero cuando uno mira las reservas del Banco Central, la pregunta es, ¿cómo se llega a marzo?
-Las reservas del Banco Central están en niveles mínimos; dependerá de lo que pase en el mercado cambiario entre enero y marzo. Tuvimos un muy mal septiembre y lo mismo octubre, y pareciera que hay un buen diciembre. Tenemos la buena noticia de las subas de los precios internacionales, que puede ser un puentecito, pero está claro que vamos a llegar a la negociación con el Fondo con reservas mínimas. Tampoco creo que haya mucha voluntad del otro lado para darnos fondos frescos. Uno no pide lo que sabe que no nos van a dar.
-¿A qué se debe que el mercado cambiario esté tranquilo y que el Banco Central pueda comprar dólares casi todos los días?
-Es una buena noticia. Habitualmente en diciembre eso es algo asociado a la estacionalidad de la demanda de dinero. Tiene que ver también con la baja de la brecha, que se logró a costa de subir el riesgo país, probablemente porque la Anses está vendiendo bonos dolarizados contra pesos. Está habiendo también un control muy estricto sobre el acceso de los importadores al mercado cambiario. El test central del verano es ver si esta reversión de la pérdida de reservas es transitoria o la podemos mantener unos meses más.
-¿Es optimista para los próximos años?
-Como 2020 fue tan malo, los próximos años deberían ser mejores, pero cuando mirás la película larga ves que en 2023 la Argentina cumplirá 12 años estancada. Esta década se parecerá mucho a la de los 80, cuando tuvimos 15 años de estancamiento y caída con inestabilidad macroeconómica. Ser optimista o pesimista tiene que ver con el cristal con el que se lo mire. Comparado con 2020, cualquier cosa debería ser mejor, pero cuando alargás el horizonte, la Argentina está en una decadencia fenomenal.