Dólar, soja y suerte: está vez será diferente
Iniciamos este 2021 con inmejorables noticias en lo que refiere a precios de commodities: la soja, que explica 1 de cada 4 dólares que exportamos, no para de subir y ya alcanzó los u$s 500 la tonelada en Chicago. El mal clima de Brasil y Argentina, el conflicto portuario local y el debilitamiento del dólar a nivel global, jugaron a favor para que la soja aumente más de 60% desde u$s 300 que llegó a cotizar en marzo.
En perspectiva histórica debemos retrotraernos a 2014 para encontrar valores similares. Aún se encuentra por debajo del récord de u$s 650 que llegó a valer en agosto de 2012 durante el segundo mandato de Cristina Fernández, pero es un número más que interesante si se lo compara con los u$s 350 que promedió durante la gestión de Cambiemos.
Al alza de la soja, se agrega que el maíz está 30% arriba año contra año, y el trigo aporta lo suyo con un alza de 18%. Esta mejora en los precios de los principales productos de exportación de Argentina es solo una muestra del contexto externo favorable que tendremos en 2021. Al margen de que seguirá habiendo ruido en el frente sanitario producto de la segunda ola (esperada), no se prevé que en lo referente a la pandemia el mundo tenga un escenario tan complejo como lo fue en 2020 cuando el virus del Covid-19 irrumpió inesperada e intempestivamente.
Con esta hipótesis sanitaria, y al margen de las enormes heterogeneidades sectoriales, las perspectivas económicas anticipan recuperación global de 5,2% (versus contracción de 4,4% de 2020) liderada por Asia, recomposición del comercio internacional de 7,2% (versus caída brusca de 9,2% en 2020), persistencia de bajas tasas de interés (rango de 0-0,25% en EE.UU.), flujos de capitales moviéndose hacia países emergentes, mayor debilitamiento del dólar a nivel global y precios de commodities al alza.
Después de un año trágico el frente externo jugará claramente a favor este año para países emergentes como Argentina, y eso ya se está sintiendo. La pregunta que sigue es si eso será suficiente para resolver la crisis cambiaria, consolidar la recuperación técnica post Covid y superar el ciclo de estanflación estructural. La respuesta es definitivamente no, por tres cuestiones principales.
En primer lugar, porque el punto de partida es mucho más negativo para Argentina que para el resto de los países. Si bien el mundo cayó 4,4% el año pasado, Latinoamérica tuvo una caída promedio de 8,2%, casi el doble, y dentro de la región, Argentina terminó el 2020 con una caída estimada de entre 11% y 12% (Paraguay se estima cayó 2,4%, Uruguay 4,4%, Brasil 5% y Chile 5,9%).
Estos indicadores nos ubican en el top ten de las economías más golpeadas por la pandemia, con dramáticas consecuencias en el plano empresarial, en el mercado laboral y en los indicadores sociales. A esta caída debemos agregarle una década de estancamiento estructural, en el cual no hemos logrado sostener una fase de crecimiento sostenido producto de errores de diagnóstico, malas políticas económicas y acumulación de desequilibrios.
La pandemia para Argentina es un problema económico, dentro de otro problema económico más grave aún no resuelto. Por eso, a diferencia de la región, la recuperación de Argentina aún no está garantizada.
En segundo lugar, porque producto de la crisis del Covid y de la mala política económica se consumieron los 4 "colchones" que había el Gobierno anterior:
(1) notable deterioro de las cuentas públicas, donde el déficit primario pasó de 0,4% del PBI a 6,7% (total de 9%), dejando uno de los déficits más altos en sesenta años;
(2) financiamiento del déficit vía emisión monetaria indiscriminada dejó el mismo nivel de sobre monetización de principios del 2018, pre crisis de Cambiemos, en una economía ya excedida de pesos;
(3) la absorción a través de pasivos remunerados para contener el desborde monetario hizo que los mismos estén hoy creciendo al 130% interanual y ya superen a la base monetaria (el ratio que estaba 63%, pasó a 107%) evidenciando un peligroso deterioro del balance del BCRA;
(4) el BCRA perdió u$s 5400 millones de reservas internacionales y las reservas netas pasaron de u$s 10.500 millones a u$s 1500 millones en un año y están negativas u$s 2000 si no contabilizamos el oro.
En tercer lugar, porque el frente cambiario, caja de resonancia de todo el desequilibrio macroeconómico, aún no está resuelto. A pesar de la soja a u$s 500, los controles cambiarios y la estabilización transitoria de noviembre y diciembre, donde la brecha bajó desde el 130% y el BCRA comenzó a recomponer algo las reservas, el esquema cambiario es incompatible con un escenario de recuperación. Para comprender la magnitud del problema cambiario, y por qué a pesar del alza de los commodities, 2021 no tiene nada que ver con 2003, basta con observar el balance cambiario del BCRA.
Durante la gestión de Néstor Kirchner (03-07) la cuenta corriente aportaba u$s 11.640 millones promedio por año, la cuenta financiera (sin Formación de Activos Externos) otros u$s 1050 millones, la FAE restaba u$s 3450 millones. Resultado: acumulación de reservas de u$s 9240 promedio por año. ¿Qué sucedió en 2020? Estimando diciembre, tenemos la Cuenta Corriente superavitaria aportando u$s 3100 millones, la cuenta Financiera restando u$s 5100 millones y la FAE restando u$s 3040 millones. Resultado: pérdida de reservas por u$s 5040 millones al año.
Aún si la soja pudiese mantenerse en u$s 500, y llegará en el mejor de los casos (poco probable por el clima) a aportar los u$s 5000 más que son los que faltaron este año, ¿de dónde saldrán los u$s 6000 / u$s 8000 adicionales necesarios para financiar la recuperación de este año? ¿de dónde saldrán los dólares para comenzar a acumular reservas? Las cuentas no cierran.
El esquema cambiario de desdoblamiento múltiple, en el cual la brecha cambiaria se hace cargo de toda la inconsistencia macro, está trayendo enormes distorsiones en el comercio exterior, dejó al BCRA como único oferente en el mercado de cambios y continuará erosionando las reservas internacionales. Por el momento se está evitando un mayor ajuste vía licuación inflacionaria, pero con un esquema que no es sostenible ni compatible con un escenario de recuperación.
Con una brecha del 70/80% y sin reservas netas, no hay posibilidad alguna de que la actividad pueda transitar la recuperación 2021. Si el Gobierno no comienza a encausar los principales desequilibrios macroeconómicos la probabilidad de una disrupción cambiaria y aceleración inflacionaria irá en aumento. El contexto externo luce prometedor pero esta vez, con soja y suerte, no alcanza.