Las brechas que fuerzan cambios en la política económica
El ministro de Economía, Martín Guzmán, y el presidente del Banco Central, Miguel Ángel Pesce, deberán trabajar juntos y de manera coordinada para conseguir que se compatibilicen las políticas cambiaria y monetaria.
Por Carlos Pérez
Director Coordinador de la Fundación Capital
La coyuntura económica muestra una “pax cambiaria”, que ya abarca los últimos 3 meses. Desde diciembre 2020, tanto las compras de dólares del Banco Central (BCRA), como el aumento de los depósitos en dólares del sector privado rondan los mil millones, en cada caso. También se puede apreciar una brecha cambiaria en torno al 70%, después de haber superado el 100% en octubre de 2020, más allá que el riesgo (brecha) país se resiste a bajar de los 1.400 puntos básicos.
Por un lado la expectativa de una devaluación discreta del dólar oficial decreció de modo importante, y eso se aprecia en la considerable reducción de las tasas de interés del mercado de futuros de dólar; y por otro lado las autoridades económicas explicitan la devaluación para el presente año (del orden del 25%), como fundamental guía y “ancla” de la inflación argentina. Otra herramienta principal contra la amenaza inflacionaria, además de la desaceleración de las mini devaluaciones, es el acuerdo de precios y salarios, buscado con el sector empresario y sindicatos, respectivamente; a lo que debemos añadir la cada vez más estricta política de control de precios, sobre bienes y servicios. Todo indica que el gobierno nacional prioriza el desafío electoral, apostando para eso a mantener una buena relación con el Fondo Monetario Internacional (FMI), tal vez con un acuerdo demorado y, en principio, sin dinero nuevo. Con un contexto internacional favorable (liquidez abundante, tasas de interés mínimas, dólar débil y buenos precios de las materias primas), el Covid aflojando (con mayor seguridad en las principales naciones que en países como el nuestro) y proyectando que el agro aporta más dólares, dados los mejores precios y confiando que el clima no complique.
Bajo estos supuestos (probables, pero también optimistas), la Argentina crecería en este año 2021, con inflación general acotada y sin disrupción cambiaria.
Los riesgos del año
Ahora bien, así como resaltamos unos párrafos antes el rol de la política de ingresos (precios y salarios) y el de la política cambiaria (ajuste del 25% anual) para combatir la inflación; también la acción de la política monetaria y fiscal merece ser comentada.
Por una parte no existe programa monetario, por lo menos formal, la tasa de interés de política monetaria no reaccionó a la aceleración inflacionaria de los últimos meses y por otra parte la disminución del déficit primario fiscal alcanzada en el año 2020 (en relación al Presupuesto Nacional), no fue trasladada al presente ejercicio. Por lo que estamos en presencia de una política económica anti inflacionaria que no dio buenos resultados en nuestra historia económica, esto es la combinación de una política cambiaria contractiva con una política monetaria y fiscal expansiva, ambas en términos de inflación. Estamos hablando de 4 billones de pesos, aproximadamente, de necesidades de financiamiento del Tesoro Nacional en moneda doméstica, con más de 1 billón a financiar por el BCRA y el resto a conseguir en el mercado local de deuda voluntaria. Luce muy exiguo el esfuerzo fiscal comprometido para el año y con tasas de interés muy poco atractivas si lo que se quiere es promover la demanda de dinero.
Además del evidente riesgo inflacionario, en el año 2021 seguirá amenazando el riesgo cambiario. En el año 2020, los datos del balance cambiario fueron contundentes, mientras la cuenta corriente cambiaria fue casi neutra, el déficit de la cuenta financiera cambiaria alcanzó los US$7.500 millones. Y gracias a las diferencias de cambio, puesto que el dólar se devaluó, las reservas internacionales cayeron US$5.400 millones el año pasado. En la actualidad, los pasivos monetarios (los pesos) se acercan a los $5,5 billones, mientras que las reservas internacionales van desde los US$3.500 millones (las netas) a los US$19.000 (sin el swap chino) millones. Y proyectando este año, el superávit cambiario de bienes y servicios (US$10.000 millones), estará totalmente compensado por el pago (intereses y capital) del endeudamiento y una modesta formación de activos externos, ni restando ni sumando reservas internacionales, desde un nivel muy bajo actual.
La certeza del futuro
Si bien es probable, sujeto a los riesgos ya comentados, llegar a las elecciones sin salto cambiario; el costo será la acumulación de distorsiones económicas. Las mismas se manifiestan a través de las diferentes brechas, tales como la brecha país (riesgo país), la brecha cambiaria y la menos conocida, aunque muy estudiada por nuestro equipo de Fundación Capital, brecha inflacionaria.
Respecto de la brecha inflacionaria, nuestro análisis consideró los años 2018, 2019 y 2020, observando la variación anual acumulada de la inflación nivel general y de las 12 divisiones que la componen. No se ve represión de precios, ni en 2018, ni en 2019, y la dispersión de los 12 componentes del nivel general es bastante más pequeña que la dispersión del año 2020. Adicionalmente, cuando miramos los incrementos (muy pequeños, en relación al nivel general) de alquileres, agua, electricidad, otros combustibles, salud (medicina privada), transporte público, comunicaciones (internet), educación y otros durante 2020, estimamos un atraso de por lo menos 5% anual en la inflación nivel general. Esa brecha, seguramente será profundizada en el transcurso de este año (habida cuenta el uso intenso de la política de control de precios), acumulando no menos de 10% de represión inflacionaria.
Por el lado de la brecha o riesgo país, es de esperar cierta estabilidad, aunque prohibitiva del financiamiento que si necesita la Argentina, en el transcurso de este año. Los 1400 puntos básicos, después de la reestructuración de nuestra deuda pública con tenedores privados, tienen en consideración el tipo de relación con el FMI (sin tanto compromiso) y el posible uso de bonos públicos del BCRA/ANSES en el mercado del dólar financiero.
La brecha cambiaria se estabilizó en torno al 70% actual, de todos modos superior al doble del nivel de fin de 2019. Hacia adelante la situación será más desafiante, habrá que monitorear el comportamiento de la demanda de dinero con una política monetaria y fiscal más laxa. Casi con seguridad, el dólar financiero (sin aumento de reservas internacionales y con 1,2 billones de pesos de emisión monetaria) correrá más rápido que el dólar oficial, proyectando una brecha cambiaria creciente. Y más aún, considerando que la evolución del dólar oficial irá en línea con la inflación del Presupuesto 2021.
Es obvio que 2021 sea similar en lo político a 2013, aunque en lo económico su parecido es mucho mayor al 2015. Por lo tanto 2022, con elevada probabilidad, tendrá que ser el año del reacomodamiento/ajuste económico de la Argentina, habida cuenta la creciente escasez de dólares, el reducido financiamiento voluntario y el progresivo deterioro de la demanda de dinero.