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 Clarín - Economía

La inflación salió de cauce y no hay políticas eficientes para controlarla

En el primer semestre la inflación se acercaría a la pauta del 29% incluida en el Presupuesto para todo el año y terminaría en 50%.

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Paseo del terror. Una mujer recorre las góndolas de un supermercado. Los precios no dan tregua y ya acumulan un 17,6% en los primeros cuatro meses del año.

Cuando el mundo ayuda, el Banco Central compra dólares y mantiene dominada la brecha cambiaria entre 60% y 70%, la política opera como si la estabilidad cambiaria fuera la norma y la prioridad vuelve a ser impulsar el corto plazo de cara a la próxima elección. Lo hace sin medir los efectos cruzados contraproducentes de esas decisiones en el cortísimo plazo y obviamente sin pensar en el cómo sigue una vez definida la próxima elección que, con el acuerdo con la oposición, el oficialismo pasaría para el 14 de noviembre, mientras que las PASO serían el 12 de septiembre y, más cerca, un cierre para las primarias el 24 de Julio.

Haber llegado a mediados de mayo 2021 sin un acuerdo con el FMI que descomprima la concentración de vencimientos de capital por US$ 44.000 millones, que empiezan a operar en setiembre y que se concentran en 2022 y 2023, hace que aún, con un “mundo peronista” donde la soja volvió a tocar los US$600 la tonelada (aportaría casi US$10.000 millones más a las exportaciones y US$2.600 mas a los ingresos del Tesoro) y con la emisión de Deg's del FMI (por la que le caerían a la Argentina “del cielo” US$4.370 millones hacia el último trimestre del año), estemos sentados en un tembladeral y los bonos en dólares recién reestructurados sin holdouts rindan 20%.

Al cierre de esta nota, aparece la noticia de que el Club de Paris “libraría a la Argentina del default”. Es que el próximo 31 de mayo vencen US$ 2.400 millones con el organismo cuya refinanciación se venía demorando precisamente por la falta de un acuerdo con el FMI. Pagar con Reservas dejaba muy endeble al BCRA y no pagar sin acuerdo de refinanciación y gatillar el default tenía como consecuencia inmediata casi una duplicación de la deuda remanente, dado el acuerdo firmado en 2014 por el entonces Ministro de Economía y actual Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof. Por ahora es sólo una noticia sin confirmación.

El carácter laxo del “nuevo FMI postpandemia”, la consolidación fiscal que empieza a darse en los últimos meses como contracara de la aceleración de la inflación (aún con los anuncios de mayores gastos Covid), el salto en la recaudación de retenciones a estos precios de las commodities y el impuesto a las “grandes fortunas” da margen para avanzar en algún acuerdo, que paradójicamente el gobierno no deja de esmerilar. El propio presidente estuvo hasta el jueves pasado en el Vaticano negociando contrareloj con la directora gerente del FMI un guiño al Club de Paris. 

Mientras tanto, la compra de dólares del BCRA coordinada por el anuncio de abandono -del crawling peg (en enero el BCRA movía el dólar al 4% mensual, en abril al 1,5% y en mayo se reduciría aún más ¿1,2%?, ¿dólar oficial de $102 en noviembre?) con el salto discreto en el precio de los granos, aceleró en forma violenta la liquidación de exportaciones y permitió al BCRA intervenir en la brecha cambiaria, pagar a organismos internacionales y acumular algunas reservas. Desde el mínimo de marzo, las reservas netas aumentaron más de US$2.000 millones y se ubican en US$5.200 millones y es probable se llegue a fines de julio/principios de agosto con US$8.000 millones.

Este equilibrio financiero es estable mientras el BCRA siga comprando dólares, y el Tesoro refinanciando los vencimientos de pesos en un contexto donde la tasa de interés se queda corta respecto a la aceleración de la inflación y la brecha cambiaria, y sólo es positiva frente a la devaluación del dólar oficial. Y, fundamentalmente, mientras no se pise el palito de poner en cuestionamiento el índice de precios del INDEC, al cual está indexado el 80% de la deuda En abril, el BCRA prácticamente no tuvo que intervenir en la brecha cambiaria, y en la primera semana de mayo volvió a utilizar entre US$10 y US$15, no más del 10% de lo que compra por la otra ventanilla, para frenar la suba. De hecho, en los últimos días casi no requirió intervenir.

Respecto a los pesos, luego de dos colocaciones fallidas a fines de marzo y principios de abril, el Tesoro volvió conseguir financiamiento neto positivo. Para esto, Economía viene apelando a los bancos y a los Fondos Comunes de Inversión que en conjunto con el aumento en la demanda de pesos para pagar el impuesto a las Grandes Fortunas permitieron financiar la salida parcial de los Fondos off shore que habían quedado atrapados en instrumentos en pesos (todavía quedarían en torno a US$3.500 millones).

Mientras tanto, la inflación en 4% promedio mensual desde octubre (ritmo de 60% anualizado) rompió la promesa del Ministro de Economía que esperaba que, pisando las tarifas y otros precios “regulados”, coordinando las paritarias detrás del 29% incluido en el Presupuesto 2021 y desacelerando bruscamente el ritmo de devaluación del peso, los datos de IPC mostrarían ya en abril números empezando con 2 y no con 4.

Sin embargo, en cuatro meses el IPC acumula una suba de 17,6% y en el primer semestre la inflación se acercaría a la pauta del 29% incluida en el Presupuesto para todo el año. En mayo nuestras primeras mediciones del relevamiento de precios Minoristas apuntan a un 3,5% mensual. Aun desacelerando, y sosteniendo las anclas mencionadas (incluyendo la salarial) difícilmente el año cierre por debajo del 50%. Y si la paritaria “se escapa y/o se alienta” frente a la necesidad de la política de impulsar los salarios y las transferencias a las familias, podría incluso terminar por encima.

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Pero el promedio en 46% esconde una gran dispersión en los aumentos con tarifas congeladas y precios de bienes por fuera de la regulación que casi duplican el promedio y salarios y jubilaciones que en marzo crecían 10 puntos porcentuales por debajo de la inflación. La distorsión de precios relativos creciente agrava la inercia y dificulta el margen para reducir la inflación con un plan de estabilización que incluya un acuerdo de precios y salarios y un programa fiscal financiero monetario enmarcado en un acuerdo con el FMI para descomprimir los vencimientos que permita recomponer los precios de los bonos en dólares y reducir la brecha cambiaria. Sobre todo, si el abuso del ancla cambiaria de estos meses termina por licuar parte del colchón cambiario heredado. Un dólar de $93,8 es todavía alto y contrasta (a precios de hoy) con el de $57 (con brecha de 50%) que había a fines de 2015 y/o el de $60 que había a fines de 2017 cuando arrancó la corrida contra el peso (ver infografía).

Dicho de otra forma, el margen de maniobra de arranque de la gestión con una macroeconomía ajustada de prepo y precios relativos que estaban bastante alineados tiende a diluirse, no sólo por el salto en el déficit fiscal y la monetización que provocó la pandemia, sino por la propia dispersión en las subas de precios que se esconde detrás de los números de inflación y el uso, una vez más, del atraso cambiario y controles parciales para intentar acomodar una inflación que se salió de cauce.

Están jugando con fuego, perdiendo otra oportunidad para la economía, pero fundamentalmente poniendo en riesgo su propia estrategia cortoplacista.