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 El Cronista

Inflación, retenciones, FMI y grieta: qué opina uno de los CEO que más escucha Alberto Fernández

Antonio Aracre, director general de Syngenta para Latinoamérica Sur, habla de todo: las etiquetas por su diálogo con el Gobierno, si un plan de shock bajaría la inflación, por qué su escenario optimista es con "dos o tres meses muy difíciles" y cuáles serán los próximos pasos del gigante chino en el país

Antonio Aracre  no tiene oficina. Comparte un escritorio, en uno de los extremos -el que da al frente del edificio- de su piso en la sede de Syngenta , en Vicente López. "Es una tendencia que se va a ver cada vez más. También es cierto que hay resistencia también a adoptarla", dice, sobre el avance de los espacios abiertos en el micromundo corporativo de la Argentina. 

Esa transparencia y demolición de barreras físicas con las que el ejecutivo trabaja son las mismas que intenta transmitir en sus gestos y declaraciones públicas, incluso, cuando no coincidan -ni sean las esperadas- por la mayoría de los actores de un negocio como el suyo, el agro, de manifiesto antagonismo con el Gobierno. "Tengo 58 años. Me gusta dormir tranquilo", replica él, uno de los CEO locales que más empatía supo generar con Alberto Fernández. 

"Cualquier cosa que uno diga con algún grado de amplificación mediática pasa por el tamiz de la grieta. Desde ese lugar, es bastante difícil aportar al debate sin quedar etiquetado. Pero hay que tomar algún riesgo. ¿Qué voy a hacer? ¿No decir lo que pienso?", plantea.

Hace una semana, hubo un tractorazo. ¿Es justo el reclamo?

Es difícil juzgar la justicia de un reclamo. Siempre hay visiones y percepciones distintas. Lo importante es que todos tienen derecho a reclamar. El productor siente una gran frustración, producto de que el esquema fiscal que se le impone desde hace décadas no es progresivo ni sustentable, sino una extracción de su renta. Que, además, se paga en función de una utilidad que se presume y sólo puede darse en algunos casos. En muchos, no: depende de la situación del productor, del año que tuvo, de la zona climática, del potencial de su propiedad o, incluso, si es el dueño o inquilino.

Son muchos factores. Que tomen a todos por igual para sacarte un porcentaje sobre la venta pasa a ser percibido con una dosis de injusticia y de desincentivo a la producción. Después, puede haber otros factores políticos. Pero, en la base de lo que es la manifestación de los productores, está esto.

¿Fue oportuno?

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La Argentina siempre atraviesa situaciones complicadas desde lo político, lo social y desde lo económico. Quizás, esperar a que sea el momento oportuno para reclamar algo no termina pareciendo nunca. Si trato de ser ecuánime en las dos miradas encontradas que hay en el país, el Gobierno rescata no haber subido las retenciones a los productores en un momento en el que había muchas expresiones y presiones para hacerlo, por el famoso desacople de los precios. Y, desde el sector, sostienen que es importante que se reduzcan las retenciones para favorecer a un mayor estímulo en la producción y en el crecimiento de las exportaciones.

¿Quién tiene razón?

Ambos tienen algún grado de razón. Puedo empatizar con las dos miradas. Con el Gobierno, que hace un esfuerzo para no subirlas, y con el desaliento que siente el productor por un esquema fiscal que lo desincentiva.

¿Puede empatizar con las dos partes sin pagar algún costo?

Trato de no especular y de asumir que siempre voy a pagar un costo. Por tratar de ser ecuánime y de tener una visión moderada de las cosas, el costo es que no termino conformando a ninguna de las partes. En un país donde la polarización suele ser valorizada (y eso es algo que se ve en los medios y en las encuestas), es algo complejo de metabolizar. Pero es lo que me hace dormir bien de noche.

¿Cómo logra eso desarrollando su actividad en un sector como el campo, donde prima la visión de uno de los dos lados de esa grieta?

En lo personal, intento no llevar ninguna posición predeterminada, sino evaluar cada situación y tener una opinión lo más ecuánime posible. Por ejemplo, con las retenciones, el Gobierno tiene una posición que no es la mía. Yo estoy en contra. Creo que deberíamos propender hacia un esquema fiscal que las sustituya o un proceso de eficientización del gasto que no las requiera. 

También, es cierto que tener impuestos progresivos -y Ganancias lo es- es lo más indicado desde el punto de vista técnico para recaudar allí donde hay capacidad contributiva. Eso también lo digo. Y me parece lógico que, en un momento tan difícil, aquellos que la estén pasando un poco mejor puedan contribuir a aliviar la situación de quienes no la están pasando muy bien.

Esto último no es lo que más se escucha entre los empresarios.

Me parecería muy egoísta desde el rol empresarial estar en contra de algo como el bono a los jubilados. Cuando decís algo, podés molestar al Gobierno; cuando decís otra cosa, no. Pero, si mantenés una postura de consistencia, estás tranquilo con lo que decís. Si no, caemos en una caza de brujas, en la que convalidamos lo que se viene dando en la Argentina desde hace muchos años: que hay pocos empresarios que salen a hablar. Hablar y tomar un riesgo no termina siendo una postura conveniente. Convalidar eso es peligroso.

¿Por qué?

El rol del empresario es tan importante en el debate público como de un político o un dirigente social. La Argentina tiene que nutrirse cada vez más de esa diversidad de opiniones. No salir a dar ese debate por temor a las consecuencias no es la Argentina a la que deberíamos tratar de ir.

"Cuando uno mantiene una postura de consistencia, está tranquilo con lo que dice. Si no, entramos en una caza de brujas: hablar y tomar un riesgo no termina siendo conveniente. Convalidar eso es peligroso. ¿Por qué? Porque el rol del empresario es tan importante en el debate público como de un político o un dirigente social"

-¿Incluso aunque le pongan la etiqueta de "empresario albertista" o "kirchnerista"?

Estoy acostumbrado desde chico a las etiquetas. No me asusta demasiado. No soy kirchnerista. De hecho, durante todo el proceso del acuerdo con el Fondo, participé en debates con argumentos que, seguramente, fastidiaron al ala kirchnerista del Gobierno. Así que yo no soy eso. Puede ser que las cosas que diga o haga generen algún tipo de malestar en el campo. Pero, por otro lado, he llevado a esta compañía al lugar más alto del mercado y con tasas de crecimiento y de rentabilidad muy buenas. Eso significa que no hay una sola forma de acercarse o de gestionar a una marca en este negocio. Lo fundamental es el respeto, la empatía, la escucha. Sería muy triste que tu pensamiento político -ni siquiera partidario, sino si te considerás más progresista o más liberal- te condicione en qué tipo de rubro laboral podés estar.

¿Qué espera de la macro hasta fin de año?

Hay distintas alternativas. Existe un esfuerzo grande del Ministro de Economía de tranquilizar la macro, enviando señales claras. Con mucho enfoque hacia la reducción del déficit fiscal, de la emisión monetaria, la suba de la tasa de interés, de manera que los distintos agentes económicos puedan observarlo como un factor de estabilización. Lleva un tiempo que se genere esa confianza y eso se vea, concretamente, en índices.

¿La inflación, por ejemplo?

Parecería el más resistente a percibir esa tranquilidad. Si se logra eso, quizás, tengamos dos o tres meses difíciles y, después, podamos empezar a ver una gradual reducción del índice de inflacionario. Eso sería un escenario optimista.

¿Qué probabilidad del asigna?

No lo sé. Racionalmente, debería tener una probabilidad del 40%. Pero, en la economía, no todo es racional. El peso de la percepción es muy fuerte, influye mucho. Y, ahí, juega mucho que no es de orden puramente monetario. Tiene que ver con la inercia que hay en una sociedad como la Argentina, que está acostumbrada a la inflación y tiene una especie de anticuerpos que la condicionan, la predisponen y la ponen en alerta hacia la cobertura permanente de lo que pueda venir. Ese factor es muy difícil de cortar, incluso, mandando señales fuertes. Hay que ver cuál de estas dos cosas prevalecen en la Argentina de los próximos cinco, seis meses.

¿Cuánto influye la inflación global?

Nuestra inflación tiene distintos componentes. El factor monetario es el más fuerte, claramente. Ahí, durante el primer trimestre, hubo señales positivas importantes. No alcanzaron. Es cierto que el factor precios de los commodities, como consecuencia de la guerra en Europa, impacta. Pero, si uno mira a los países alrededor de la Argentina, no da la sensación de que pueda justificar nuestros índices. La inercia tiene que más que ver con otros factores, que, tal vez, ameritarían un plan de shock, de estabilización más fuerte. Pero en la Argentina son difíciles de implementar en un contexto de polaridad política como la que vemos hoy.

Históricamente, la Argentina hizo sus correcciones con estallidos.

El Austral y la Convertibilidad se gestaron como planes de shock. Fueron bien instrumentados, tuvieron un éxito inicial pero costó salir de esa estabilización. Desde lo técnico, la economía puede solucionar pero no cambiar lo que la política no decide.

"En economía, no todo es racional. Sufrimos una inercia inflacionaria que, tal vez, amerite un programa de shock. Pero los planes de shock son difíciles de implementar en la Argentina con el nivel de polarización política como la que vemos hoy"

¿Cuáles son las variables que más sigue día a día?

En el último año, por el Covid o por las consecuencias relacionadas con los cierres intermitentes de plantas, la crisis de logística, las demoras en los puertos y la dificultad en la que se encuentra todo el sistema de tripulaciones, contenedores y barcos. Todo eso hizo de la gestión del aprovisionamiento y de cumplir en tiempo y forma las promesas a los clientes una situación de muchísimo estrés. Ese fue el factor más complejo de medir y de seguir.

¿Más que la inflación?

La inflación es un factor con el que, en la Argentina, ya estás acostumbrado a convivir como empresario. Es algo que te duele mucho más en lo personal porque castiga mucho más a la sociedad. Las empresas tenemos más o menos herramientas para operar, a pesar de la inflación. Sería más fácil vivir en un ambiente con una macro más predecible y que la inflación y la devaluación sean elementos casi secundarios. Con el tiempo, te acostumbrás a manejarlo. No terminan condicionándote tanto. Condicionan más al país en términos de perspectiva, de horizonte. Y a la sociedad en su calidad de vida.

Usted tuvo varios diálogos con el Presidente. Participó de actos, cenó con él en Olivos. ¿Le parece que hay un buen diagnóstico del problema? Cuando anunció los bonos extraordinarios y el impuesto a la "renta inesperada", la reacción de muchos empresarios (y del mercado) es que fue más de lo mismo. Como si el repertorio del Gobierno del Gobierno se limita a controles de precios, más gasto y más impuestos.

Es una observación lógica. Me parece que el Gobierno está en una encrucijada. Un dilema común y este caso no es la excepción: cuando uno inicia un camino de cierta moderación, lo corren por derecha y por izquierda. Y cada uno tiene razones que son ciertas. Caminar por ese camino angosto del medio suele ser una situación difícil. En ese sentido, no se trata de si tenés el diagnóstico adecuado, sino de qué podés hacer para conformar a una buena parte de la sociedad. Entonces, a veces, terminás haciendo cosas que no conforman a nadie.

Pero llega un punto en el que un médico no puede hacer lo que conforme al paciente o a sus familiares, sino lo que deba hacer para curarlo.

Respondo con otro ejemplo. Hay un drama en la Argentina: los subsidios. Los energéticos son más de 5% de PBI. Hay toda una discusión política dentro del frente gobernante sobre qué hacer con eso. El Gobierno ya tomó la decisión de avanzar en algo que parecía que sería muy difícil de lograr. Eso es una señal positiva. Tal vez, una sociedad más madura debería debatir una ley en el Congreso respecto a qué hacer con los subsidios y ver cómo podemos desandar ese camino en seis años. Sería una solución de fondo a un tema fiscal muy sensible, con una previsibilidad legal y en el marco de una discusión parlamentaria, que la vuelve más democrática. Por lo pronto, ya se avanzó un poco. Se dio el primer paso, que es eliminar los subsidios a la clase más pudiente, aumentar más cerca de la inflación a la clase media y mantener la tarifa social. ¿Alcanza para tomar decisiones de fondo? Probablemente, no. Pero es un paso en la dirección correcta.

Pero todo pasa por la grieta: a eso, que usted dice que es un paso en la dirección correcta, la oposición lo criticó porque "castigaba" a quienes no votaron al Gobierno.

Cualquier cosa que uno diga que tenga algún grado de amplificación mediática pasa por el tamiz de la grieta. Desde ese lugar, es bastante difícil aportar al debate sin quedar etiquetado. Pero hay que tomar algún riesgo. ¿En manos de quién dejamos el debate, si no queremos pagar el costo político o personal? Sé que puedo pagar un costo cada vez que hablo, incluso, por mi propio rol. ¿Qué voy a hacer? ¿No decir lo que pienso? ¿No contribuir al debate para no tener ningún riesgo? ¿Podemos inspirar así a los argentinos para que todos hagamos un país más sano, más diverso? Me parece que no. No creo ser el dueño de la verdad. Para nada.

Cuando el Presidente inauguró el año legislativo, usted fue de los pocos empresarios en el Congreso. Cuando se trataba el acuerdo con el Fondo, usted salió a defenderlo en los medios...

¿Cómo no lo voy a defender? ¡Si era beneficioso para mi empresa! Si no había acuerdo con el Fondo, me cortaban el crédito en el exterior, no podía pagarles a mis proveedores. Por eso digo: hay que tener un debate serio, sin prejuicios. Y contribuir con argumentos sólidos para convencer cuando hay alguna decisión adversa, como ocurrió con las retenciones.

En diciembre de 2020, Syngenta anunció una inversión de u$s 25 millones. ¿Ese proyecto ya está 100% ejecutado?

La parte de activo fijo ya está puesta. Esa inversión tenía mucho que ver con reacondicionamiento y modernización de plantas porque veíamos que el sector iba a crecer. Eso ya está todo ejecutado y terminado. Queremos seguir invirtiendo porque, en este proyecto de agro, el value chain es clave. Para nosotros y para nuestros accionistas. Por todo lo que se habla de seguridad alimentaria a partir de la guerra en Europa. Es importante asegurarse el flujo de alimentos. Para nosotros, es fundamental que exista ese puente entre los productores argentinos y los compradores de granos en China. Que esa competitividad que ganamos llegue, luego, de la mejor manera a nuestra casa matriz. Eso es bueno para el país: exportamos más, anticipamos liquidación de exportaciones, el accionista tiene el reaseguro de seguridad alimentaria y los productores reciben una mejor cotización por sus granos. Estamos siempre viendo qué oportunidades de inversión tenemos.

¿Qué está viendo?

Ahora estamos pensando en cómo podemos generar más cantidad de almacenaje crítico en distintos puntos del país para que, al productor, le sea logísticamente más cómodo entregar y dejar sus granos a partir de nuestra propuesta.

¿La guerra en Europa abrió oportunidades?

Produjo una valorización de los commodities. Eso, sumado al cambio de matrices energéticas, de cuidado del planeta, de crecimiento la población de ingresos medios, convalida la presunción de que los commodities seguirán en un nivel razonablemente bueno por bastante tiempo. Es de esperar que el rol de la tecnología en el agro sea cada vez mayor. Hay que maximizar la productividad con los recursos que uno ya tiene. Ahí, la tecnología es clave.

Da la sensación de que en la Argentina seguimos perdiendo el tiempo con algunas discusiones, en vez de acordar para aprovechar ese nuevo mundo.

 

Estamos viviendo una coyuntura delicada, complicada y, por momentos, abrumadora. Sobre todo, desde el punto de vista social. Pero, desde la vibra política, nos estamos perdiendo la oportunidad de inspirar. Sobre todo, a las futuras generaciones. La Argentina que se viene en cinco, 10 años, es otra: hidrocarburos con Vaca Muerta; el litio, con la posibilidad de integración e industrialización ya no sólo exportando el recurso, sin baterías; la minería; la Economía del Conocimiento; y, por supuesto, los alimentos (agricultura, ganadería). Se pueden exportar las exportaciones en cinco, 10 años. Ayudaría a terminar el problema de la restricción externa. Y eso no estamos pudiendo contar todas esas oportunidades que eso traerá porque el corto plazo es demasiado duro para poder creer que tenemos un largo plazo auspicioso e inspirador.