“Vamos a invertir en la Argentina como nunca en cincuenta años”, dice el vicepresidente de la Corporación Financiera Internacional
Alfonso García Mora, vicepresidente para Europa y América Latina y el Caribe de la Corporación Financiera Internacional, analiza la situación de la Argentina y la región; el brazo financiero del Banco Mundial para el sector privado desembolsará US$3000 millones en el país en los próximos 18 meses
La Argentina debía poner la casa en orden en términos de inflación y cuentas fiscales para movilizar nuevamente las inversiones, subraya Alfonso García Mora, vicepresidente para Europa y América Latina y el Caribe de la Corporación Financiera Internacional (IFC, por sus siglas en inglés), el brazo financiero para el sector privado del Banco Mundial. En una entrevista exclusiva con La Nación, el economista español analizó el panorama regional y elogió el proceso de desregulación que lleva adelante el Gobierno. “Hay que destruir los oligopolios y los monopolios que existen en muchos sectores y dar pie a una economía abierta, donde las empresas realmente puedan invertir”, remarcó, como línea general para América Latina.
Con una larga trayectoria dentro del IFC que incluyó el paso por Asia, García Mora viaja hasta dos veces por año a Buenos Aires, una ciudad que tiene un significado especial en su vida: hace 12 años, trabajando para el Banco Mundial, conoció aquí a su mujer, una economista belga, cuenta al comienzo de la charla.
–¿Cómo ve a la región hoy?
–Uno de mis principales objetivos es tratar de ayudar a la región a combatir una de las principales lacras económicas desde hace décadas, que es la baja productividad. Antes de ser vicepresidente para Latinoamérica y Europa lo fui para Asia y la diferencia es impresionante. En América Latina, en los últimos 20 años, la productividad no creció más que un 0,2%. Cuando se compara con el sudeste asiático, es increíble. La respuesta es la productividad, la falta de competencia en muchos sectores económicos y la existencia de oligopolios que impiden la reinvención y la destrucción creativa que la economía necesita para generar empleo y dinamismo. Productividad es el gran tema, obviamente con inclusión. Latinoamérica es la segunda región más desigual del mundo y la desigualdad genera un problema serio de violencia, de crimen. Si hay un problema serio en la economía latinoamericana, es que incluso en aquellos países que tienen una regulación proclive a que el sector privado desarrolle su capacidad productiva, la implementación de los marcos competitivos no lo garantizan. Hay que destruir los oligopolios y los monopolios que existen en muchos sectores y dar pie a una economía abierta, donde las empresas realmente puedan invertir. En ese ámbito, un aspecto para mí clave es la falta de lo que yo llamo la clase media empresarial.
–¿A qué se refiere?
–Los verdaderos creadores de empleo son las empresas medianas, que necesitan un marco normativo para poder competir, crecer y hacerse grandes. Ahí es donde América Latina falla. Cuando vemos el modelo de crecimiento del sudeste asiático, es en las empresas medianas donde se ha realmente potenciado el crecimiento. América Latina necesita más empresas de tamaño mediano que crezcan y puedan llegar a ser grandes. Por lo tanto, generar la competencia necesaria es importante.
–Dentro de esa baja productividad, ¿hay países que estén mejor que otros?
–Lamentablemente, la baja productividad ha sido bastante generalizada. Ha habido ciclos, Chile en un momento creció más, Colombia también, pero luego entraron en una fase de caída. No termina de ajustarse el modelo de desarrollo a un modelo en el que el objetivo sea incrementar la productividad del sector empresarial. Es un problema ideológico que ha tenido la región durante muchos años, y no debería ser un problema ideológico: la productividad es buena, genera empleo y hace que la gente progrese. Cuando se piensa en las oportunidades perdidas por no dejar que el sector privado se desarrolle en sectores que han estado bajo el monopolio público… El monopolio no genera empleo, pero mantiene a los insiders contentos, protegidos, porque no puede entrar nadie. Hay que abrir y permitir que el sector privado genere la competencia necesaria.
–En este marco, ¿cómo analiza la situación de la Argentina?
–La Argentina tenía un problema muy grave, la inflación y el desequilibrio fiscal. No se podían mantener esos dos pilares básicos donde estaban. El Gobierno decidió tomar medidas drásticas y difíciles que han funcionado. La estabilización presupuestaria era necesaria para estabilizar la inflación. Porque, al fin y al cabo, el desarrollo requiere inversión y la inversión requiere estabilidad. Usted no va a invertir a 10 años si no sabe lo que va a pasar ni siquiera en seis meses, si no sabe si la inflación se va al 1000% o se queda en el 2%. Yo creo que ese fue el objetivo o uno de los objetivos del nuevo gobierno, que la confianza permita atraer al capital. Obviamente quedan muchos retos pendientes, de apertura cambiaria, apertura comercial y demás, pero eso no se puede hacer como un big bang, de la noche a la mañana. El RIGI ha tenido sus efectos positivos, es una buena fórmula de atraer capital sin tener que levantar el cepo, porque es necesario mantenerlo de momento para que no se desajuste la casa hasta ponerla en orden. Creo que las medidas de estabilización fueron muy inteligentes.
–Dijo que quedan retos pendientes de apertura comercial...
–Desde el punto de vista de la estabilidad macroeconómica, las reformas microeconómicas que el Gobierno ha hecho son igual de importantes que la estabilización de los precios. Al final, son lo que hacen que las estructuras económicas cambien, porque los agregados macroeconómicos pueden cambiar, pero no es lo que genera el dinamismo empresarial. Además, se necesitan medidas que permitan una mayor competencia para que el ciudadano tenga acceso a una mayor oferta de productos y de servicios. Creo que el haber jugado en ambas direcciones fue importante. Las reformas microeconómicas también son difíciles desde un punto de vista político, porque siempre que tomas una decisión de renovar un mercado hay alguien que pierde, muchas veces el que está adentro, pero hay muchos otros que ganan. La combinación de ambas palancas, reformas microeconómicas y estabilización macro, es lo que permite un crecimiento mucho más saneado.
– ¿Qué tipo de proyectos privados está financiando hoy el IFC?
–Lo importante es lo que tenemos ahora mismo, lo que llamamos el pipeline y en el fondo son los proyectos en los que estamos trabajando para los próximos 12 y 18 meses. Ahora mismo tenemos US$3000 millones para la Argentina para los próximos dos años. En 60 años, IFC invirtió US$12.000 millones en la Argentina. Estos US$3000 millones son el 25% de esa cifra, la mayor inversión que hayamos hecho en la Argentina en los últimos 50 años.
–¿Cuándo se terminó de definir ese monto y por qué?
–En los últimos meses. La Argentina tiene un potencial espectacular. La condición para que ese potencial se materialice es poner la casa en orden. Lo que queríamos era estar preparados para cuando la casa estuviera en orden y materializar estas inversiones. Como teníamos confianza en que la casa se va a poner en orden, hemos empezado a trabajar con clientes potenciales que nosotros sabíamos que necesitaban financiación y queríamos financiar, porque tienen un impacto en desarrollo relevante. Así anunciamos un acuerdo inversión de US$600 millones para crear la primera línea de transmisión eléctrica para suministrar energía renovable en las provincias del norte [con la empresa Central Puerto, anunciado el último jueves].
–¿A qué otros sectores se destinarán los US$3000 millones?
–A la minería y el litio. Entre Chile, Bolivia y la Argentina están más del 50% de las reservas de litio mundial, el triángulo del litio. En Chile y en Perú la minería supone entre el 8% y el 10% del PBI, y en la Argentina un 0,7%. Es decir, en la Argentina la minería es prácticamente irrelevante y el potencial que tiene de impulsar el crecimiento es espectacular, pero hay que invertir en él y hay que hacerlo de forma sostenible. Yo creo que traer instituciones como el IFC para desarrollar ese tipo de inversiones de acuerdo con nuestros estándares de inversión, con nuestros criterios medioambientales y sociales, luego atrae inversores. Como siempre digo, nosotros somos un banco de desarrollo, pero somos mucho más que eso, somos un facilitador de financiación. Al final, mi objetivo es el stand of quality (estándar de calidad): si voy a invertir en esta operación de litio en Salta y con eso consigo atraer US$3000 millones de financiación, hice lo que exactamente tenía que hacer, que era hacer el análisis, preparar la operación y luego darme vuelta al mercado y decirles a los inversores: esta operación está lista, vengan, inviertan su plata. Por eso la señal que queremos dar al país es: tenemos un pipeline de US$3000 millones para invertir en los próximos dos años. Es una señal al mercado de que confiamos en el proceso de desarrollo.
–¿Hay algún otro sector además de energía y minería?
–Sí, hay un ámbito adicional que creo que es interesante, el desarrollo humano. Estamos analizando la posibilidad de financiar un hospital universitario que va a generar un efecto muy positivo para demostrar que la financiación de la infraestructura social no solamente tiene que ser realizada mediante capital público, sino que también puede realizarse mediante capital privado. Ese es otro objetivo importante: cómo podemos potenciar o acompañar a sectores más duros de la economía como energía y minería con inversiones de corte social, como por ejemplo sanidad, o educación, otro de los ámbitos donde estamos posicionados a nivel federal.
–¿Sería la primera inversión de estas características?
–El IFC es el principal estructurador de asociaciones público privadas en el mundo. Queremos traer esta experiencia a la Argentina y ayudar al país a desarrollar, monetizar y sacar al mercado activos que no necesariamente tienen que estar bajo capital público. Yo siempre digo lo mismo: al final, manos públicas significa tus impuestos y los míos. Aquello que puede financiar el sector privado, ¿por qué voy a utilizar el dinero de los contribuyentes para pagarlo? Es lo que nosotros llamamos la cascada. Si tuviéramos esta forma de pensar en términos de estructurar lo público y lo privado, los ahorros fiscales que se generan son enormes, y con esos ahorros se puede hacer lo que quiera, incrementar la protección social o bajar impuestos, por ejemplo. Las asociaciones público privadas se pueden aplicar a rutas, puertos, hospitales, transporte, aeropuertos. Hacer bancarizables estas inversiones no es fácil, deben cumplir con todos los criterios de gobernanza, medioambientales, sociales. De todo eso se encarga el IFC, son 4500 personas distribuidas en el mundo. La experiencia de lo que estamos haciendo en Brasil, Turquía, la India o Indonesia se puede aplicar acá. Eso es lo que le hemos puesto sobre la mesa al Gobierno. Las mejores prácticas globales. Lo que traemos no es para incrementar la rentabilidad, sino para el desarrollo.
Por Pablo Ortega Conforme a los criterios deConocé más