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 Clarín

El dólar y los días hasta las PASO, una obsesión en el Gobierno

Hay alguien, pieza clave del tablero oficial, que cuenta cada día que pasa. Y hay más: no los cuenta a todos, sino sólo a los días hábiles.

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Guido Sandleris, titular del Banco Central. Foto: Reuters/ Marcos Brindicci.

El hombre, una pieza clave dentro del tablero oficial, cuenta uno a uno los días que faltan hasta el 11 de agosto. Y como es economista y quizás por ciertos vicios de economista, cuenta sólo los días hábiles: con el de hoy, sus números le dan justo nueve días.

Lo aprietan la ansiedad y el deseo profundo de que ningún sofocón ocurra de aquí a las PASO. Y más concretamente, apuesta a que alguien de su mismo espacio, el jefe del Banco Central, logre mantener al dólar bajo control y a como sea.

Muy simple y muy redonda, de ahí surge la explicación acerca de por qué el conteo se limita a los días hábiles: son aquellos días en los que funciona el mercado cambiario. Por eso, no entran ni el sábado ni el domingo próximos.

Es de este juego finito, de equilibrios inestables, el operativo que el BCRA activó la semana pasada para enfrentar la presión sobre el dólar. Según datos publicados por el diario El Cronista, vendió US$ 1.000 millones en transacciones pactadas a futuro.

El objetivo detrás de la movida fue que quienes querían comprar dólares los compraran y se los aseguraran, pero sin poner sus pesos ahora sino, por ejemplo, a fines de agosto o de septiembre, o sea, después de las elecciones primarias. Así se evitaría engrosar una demanda que ya venía fuerte, tal cual se probó con la suba del 2% que el precio del billete anotó durante la semana.

En negociaciones similares, pero de sentido inverso, el Central había acumulado compras por US$ 3.000 millones. Y los tenía a tiro, para usarlos ante cualquier sofocón como en el caso de los 1.000 millones.

Sólo con la intención de cerrar este círculo, dos precios: el dólar a fines de agosto se negocia en unos 45,9 pesos y a 48, el de fines de septiembre.

Y ya que estamos, ¿cómo cotizan los presidenciables, en el mundo de los grandes operadores-apostadores?

Comenta uno de ellos: “Después de estar alrededor de los cinco puntos, la diferencia a favor de los Fernández se ha estrechado a apenas tres puntos, y con Macri acercándose. Pero pareciera que ninguno de los dos tiene mucho más para comer en el medio”.

Sigue: “Por debajo de los tres puntos, Macri andaría fantástico y entre tres y cinco tendríamos un ni-ni. Aunque para las chances de Cambiemos lo mejor no sería un ni-ni, porque estaría en los bordes. La diferencia de ocho puntos ya luce a prehistoria”.

Donde las dudas y las zonas grises desaparecen por completo es cuando salen al ruedo algunas declaraciones de Alberto Fernández, y sobre todo las últimas. “Parecía la cara racional del cristinismo y eso le daba cierto handicap, pero se nos fue al pasto”, afirman otras voces del mercado.

Obvio de toda obviedad, asociar los intereses que el Banco Central paga por las Leliq con un aumento a los jubilados o con entregarles medicamentos gratis sonó como era previsible que sonara: a un default sobre 1,2 billón de pesos. Y mentar el retraso del dólar fue semejante a anticipar una maxi devaluación o, por lo menos, un desdoblamiento del mercado de cambios.

Si el objetivo del candidato no fue el generarle una explosión financiera al Gobierno, queda pensar que o no calibró bien lo que decía o que debió ser más preciso. Finalmente, no estaba hablando sólo del universo financiero, sino de cosas tan pesadas y tan de mal augurio aquí como son el pago de la deuda, aunque sea la deuda del Central, y el retraso del dólar.

Rarezas en el manejo de la campaña, economistas cercanos al candidato tuvieron que salir a dar explicaciones por él. Y bien ha comenzado a saber Fernández que a veces pasa que lo dicho, dicho está.

Lo cierto, definitivamente cierto, es que las declaraciones de alguien con grandes chances de ser Presidente y sus anuncios poco claros metieron ruido donde si algo no faltaba era ruido. Incertidumbre al filo de unas PASO cabeza a cabeza, más decisiones de tomar posiciones en divisas o al fin cubrirse a tiempo, volvieron a agitar el mercado. Y así el dólar arañó los 45 pesos, el precio más alto en seis semanas y 3% por arriba de la cotización de dos lunes atrás.

Todo, pese al 60% anual que rinden las Leliq, a que los bancos han elevado al 48% las tasas de los plazos fijos y a que, muy probablemente, el BCRA volvió a vender.

Entre las operaciones con dólares a futuro; las reservas netas, de libre disponibilidad, y los US$ 12.000 millones que tiene asegurados de aquí a fin de año por exportaciones del complejo oleaginoso, el Central maneja un poder de fuego que supera los US$ 37.000 millones. Está claro que sólo puede usar una parte, pero la impresión en el mercado es que con eso le alcanza para pelear contra las presiones más fuertes.

Se verá qué hace Sandleris si, antes de octubre o de noviembre, la demanda empieza a llevarse reservas en cantidad y a comprometer divisas que es necesario preservar. Hoy por hoy, el jefe del BCRA libra una batalla con el dólar que es casi una batalla personal: mantenerlo a raya por lo menos hasta las PASO, como se ha comprometido ante el Presidente. Pero fuera de eso ya no será responsabilidad enteramente suya lo que ocurra el 11 de agosto, dentro de 12 días corridos.