No es algo nuevo para nuestro país que la agencia de calificación de riesgo Standard & Poor's haya declarado la deuda en "default selectivo", SD (Selected Default).
En julio de 2014, esta agencia calificó de la misma manera, luego de vencido el plazo del país para pagar USD 539 millones. En aquella oportunidad, el ministro de Economía, Axel Kicillof, sostuvo que "es una situación inédita, pues la Argentina pagó".
Después de casi dos años, en abril de 2016, el país canceló su deuda con fondos que le ganaron un juicio en tribunales de Nueva York por bonos en mora desde 2001. Por eso, el juez del caso levantó la medida cautelar que impedía los pagos a tenedores de deuda reestructurada. La suma de 9.300 millones de dólares, fueron girados a los querellantes con sentencia a favor y a otros acreedores.
La medida cautelar, desde 2014, impedía la cancelación de sus compromisos con tenedores de bonos emitidos por el gobierno de Néstor Kirchner por el canje de 2005.
En julio de 2014, la Justicia de Nueva York impidió los pagos a tenedores de deuda reestructurada en 2005
Ahora, el Ejecutivo ha propuesto al FMI "iniciar un diálogo para re-perfilar los vencimientos de deuda" después del otorgamiento, en 2018, de un auxilio financiero de 56.000 millones de dólares, con un horizonte de vencimientos muy cercanos.
Dice Douglass C. North, "la historia también importa". Cuánta razón tiene. La mirada al pasado muestra cómo la forma de financiar el déficit ha sido el elemento central que condiciona nuestro desarrollo. Por lo menos de las últimas seis décadas.
Remarcar estos datos históricos no es quitar importancia a la gravedad del cuadro actual. Solo es una forma de tomar perspectiva, para analizar el presente desde un pasado donde la tentación a cubrir los excesos es demasiado evidente. Se trata de tomar distancia para tomar conciencia de que el pánico lleva inexorablemente a tomar caminos irracionales, marcados por acciones en contra de la República lograda.
En la balanza debe considerarse tanto lo negativo como lo positivo. En este último plato, entre muchas cosas, está la extraordinaria cosecha que hemos conseguido, por miles de millones de dólares con gran parte aún sin liquidar.
Ojalá la actual situación sirva para aprender de las lecciones del pasado. La forma argentina de financiar el desmadre del gasto público ha sido, por años, la emisión monetaria o la deuda pública.
Y el camino elegido, para sortear el costo y evitar el esfuerzo, siempre ha sido el del abuso de estos dos mecanismos. Y las consecuencias están a la vista.
Se trata del abuso serial. Esta es nuestra enfermedad.